Acabo de leer el precioso libro de José Elgarresta, Instantáneas de un rostro infinito, publicado en edición digital por Alacena roja, que me ha compensado del abandono del mar y el regreso a la dura realidad. Si no conocéis la extraordinaria poesía de José Elgarresta, os recomiendo su lectura, en la seguridad de que va a ser todo un descubrimiento.
Elgarresta es un poeta excelente, avalado por una extensa obra publicada; un poeta reconocido en los cenáculos poéticos, aunque poco conocido por el público, contradicción por desgracia bastante frecuente en la poesía española, tal vez debido a las raquíticas tiradas de las editoriales y a la carencia absoluta de una política de ventas racional. En una época en que las "macrocampañas" publicitarias a nivel mundial consiguen vender millones de ejemplares de libros basura, la poesía se muere de casta y de sencilla enterrada en las cajas de los almacenes.
La de Elgarresta es una poesía intensa, que ha logrado esa difícil sencillez de lenguaje de los maestros, que se interroga sobre los inquietantes misterios que encierra en lo más hondo la pobre criatura humana, nacida para morir. En su afán de trascendencia, el poeta va de la luz a las tinieblas, se desgarra y se va desprendiendo de la piel y los huesos, en un proceso de desguace permanente, para descubrir su último rostro, en la esperanza, quizá, de hallar en él el rostro de Dios. Elgarresta busca su verdad, el inasible sentido de la vida, y lo hace con la mayor elegancia, sin aspavientos ni derramar una gota de sangre, con una finísima ironía que le salva de un trasnochado misticismo. Su poesía se queda con nosotros cuando acabamos la lectura, como la voz de una canción de cuna permanece trabajando los sueños o el desvelo.
Elvira Daudet
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